miércoles, 12 de mayo de 2010

INFORMACIÒN

Isaac Villamizar

Yolimar: nunca hubiera querido hacer este escrito. Es con ocasión de tu muerte. Pero estoy seguro que desde allá, donde hoy estás, donde las noticias de la felicidad eterna tienen editorial de la Divina Providencia, tú asientas a que lo haga, porque es un tributo que ofrezco a la mujer que le echa buenas ganas a la vida.

Ayer Lunes 10 de mayo, al mediodía, sentado en mi oficina de la Universidad, veo la cara de consternación de Betsy, mi Asistente, al colgar el celular. Le pregunto: “¿Qué le pasa Betsy?” Y ella con gran tristeza me dice “Dr…estoy enterándome de la muerte trágica de una contratada del CETI.” Y le vuelvo a interrogar: ¿Cómo se llama? ¿Y cómo murió?” Y Betsy me responde: “Dr. no recuerdo su nombre. Murió atropellada por un vehículo.” Y yo exclamé “¡Ay…qué pena, cuánto lo lamento.” Soy franco, aún pasarían varias horas para en verdad lamentar lo que había ocurrido. Sin saber más nada, esta mañana desde Recursos Humanos me empiezan a preguntar como Consultor Jurídico varias cosas relacionadas con tu fallecimiento. Y a todas estas, yo no escuchaba tu nombre.

En el Consejo Universitario de hoy el Rector nos relató las circunstancias de tu muerte y su cooperación para la entrega de tu cadáver. Y yo seguía sin saber quién era la fallecida. No sé si el destino conspiró, pero incluso tu jefe, que bondadosamente pedía la colaboración para los gastos del entierro, en la Sala del Consejo me puso al frente la nómina para autorizar el descuento del aporte. Pero resultó ser la de los docentes. “Ahora le traigo la de los administrativos”, me dijo el Prof. Colomine. Y yo seguía ignorante de quién era el personaje…. De Recursos Humanos me seguían consultando sobre las consecuencias de tu muerte, y lo único que yo sabía era que se trataba de una contratada del CETI….

A las 12 del mediodía, cuando salía del Hall del Edificio Administrativo, en compañía de mi colega y compañera de trabajo, la Dra. Mayoya Rad, ella, señalándome el monitor del circuito cerrado de TV, me dice: “Dr. ésa es la muchacha muerta del CETI.” Mi impulso inmediato fue acercarme a la pantalla para por fin enterarme de quién era la muerta. Me quedo mirando la cara….Mi expresión, dice la Dra Rad, fue cambiando….Y yo dije: ”…pero no puede ser que ésta sea la muerta…” y cuándo veo tu nombre escrito en la pantalla - dice la Dra Rad - yo quedé petrificado…absorto…sin reaccionar…En esos instantes, en esos segundos, pasó por mi mente el recuento de los momentos de tu vida que yo conocía…Mi pesar, mi consternación, me turbó…He estado conmocionado desde entonces… Jamás pasó por mi mente, con tanta noticia de tu desaparición que me llegó, que se trataría de ti….

Yolimar: nos conocimos en medio de tu sufrimiento. Eras una mujer que la vida le había puesto la humillación, el vejamen, la violencia, por delante. Estabas desesperada, buscando ayuda. Ya de por sí se notaba que vencías el miedo. Y eso era encomiable. Muy diferente a las mujeres que, en silencio y bajo resignación y sometimiento, aceptan la ignominia, el ultraje, la mancilla. Me pediste mi asesoramiento profesional como Abogado. Y sé que te fue útil mi consejo. Fui también en ese momento tu confidente. Con lágrimas me relatabas tu dolor. En el sagrado deber del resguardo del secreto profesional quedarán sepultadas las cosas que me confiaste.

No volví a saber de ti. Hasta que un día me enteré que trabajabas en la UNET. Sentí una gran alegría y pensé, “seguro que habrá superado sus problemas”. Nos agregamos en face. Allí realmente comenzó la amistad. La relación de amigos. Cosa grande del ciberespacio. Entonces, me empezaste a contar de tus triunfos académicos. Compartías conmigo los resultados de tus investigaciones. Me enviaste tus trabajos de periodismo audiovisual. Y qué grata impresión tuve al saber que tus temas eran relacionados con la dignidad de la mujer, con la fortaleza de vencer el oprobio masculino, con la reclamación justa de las víctimas femeninas. ¡Qué gran mensaje transmitiste! Al fin, estudiosa de las comunicaciones humanas. Y ya próxima a tu grado, en estos últimos días nos contabas tus emociones porque ya ibas a ser Comunicadora Social. A todas estas yo pensaba: “Qué bien…esta muchacha cómo se está superando. Parece que las huellas del dolor, aunque nunca desaparecen, no han sido óbice para que Yolimar le encuentre gusto a la existencia.”

Tuviste la gentileza de comentar casi todos mis artículos de prensa, subidos a mi perfil. Yo me sentía honrado por ello. Más aún viniendo de una próxima Periodista. En radio también intercambiamos alguna experiencia. La locución te gustaba, colega. En navidad, con tu programa radial de aguinaldos y villancicos, yo te mensajeaba para darte tips que enriquecieran tus preguntas de Concurso. Recuerdo una de ellas, sobre el autor de “Noche de Paz”. Hoy tú duermes en el regazo de la noche eterna…con la profundidad de la paz infinita…

El jueves de la semana pasada, como Consultor Jurídico de la UNET, firmaba yo tu contrato por este lapso con la Universidad. Y yo volvía a pensar de ti. “Caramba, ojalá que ahora con su título de Periodista, esta chica, que se viene superando con ganas, encuentre algo mejor que como personal de apoyo contratado. Posiblemente ahora Yolimar se nos vaya de la universidad, para encontrar otros rumbos en la Comunicación Social.” ¡Qué decir! Te marcharías para siempre de nuestra Casa de Paramillo.

Yolimar: este es mi homenaje a tu dignidad de mujer, que lo es también para las mujeres valerosas, emprendedoras, animadas y decididas. Este es mi tributo, que publico en primera plana, a tu empuje de superación. Este es mi escrito que, aunque no podrás comentar – como siempre lo hacías – seguro estoy tendrá tu rúbrica de distinción…
¡Yolimar e Isaac siguen siendo amigos….!

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